En 1998, Martin E.P. Seligman, psicólogo americano, fue nombrado presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA). Para la inauguración de este cargo eligió dar un discurso sobre la escasa atención que le había prestado la psicología a los aspectos positivos del ser humano, impulsando de esta manera una nueva corriente llamada psicología positiva, centrada en  el estudio de estos aspectos en detrimento de otros aspectos más negativos.

Según esta teoría, el ser optimista reporta mucho más beneficios al hombre que el ser pesimista. Un estudio realizado en la Universidad de Pittsburgh, publicado en la revista Circulation Journal of the American Heart Association parece corroborar esto, pues estos investigadores aseguran que las mujeres optimistas tienen un menor riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas o morir de cualquier causa en comparación con las mujeres pesimistas.  Pero ojo, que un exceso de optimismo también puede ser contraproducente, y es que no todo el optimismo es siempre de la misma clase y existe un optimismo, llamado optimismo falso, que nos puede producir el mismo daño que el exceso de negatividad.

Ese optimismo se produce cuando no somos realistas e intentamos ver todo de color de rosa. Y es que para saber dar una respuesta adecuada a los problemas y aprender de los errores, debemos tener un pensamiento crítico. Los problemas existen y para afrontarlos se necesitan análisis y expectativas realistas, porque si no, lo que se genera en el hombre es una gran frustración.

 

El poder del yin y el yang

En la vida, mientras que un enfoque optimista de la misma puede servir para superar crisis, un exceso del sentir que “todo va a estar bien” y “que todo se puede conseguir” como regla general puede ser peligroso, ya que puede conducir al descuido de cosas que son importantes para la salud y la longevidad y a la creación de expectativas poco o nada realistas.

Son muchos los factores que influyen en la felicidad, en el éxito, en el poder…pero no deja de ser bueno, a pesar de que debamos ponernos metas, que nos marquemos límites y, sobre todo, que mantengamos los pies en el suelo.

O dicho de otra manera, soñar es bonito, pero no solo de sueños podríamos mantenernos ni vivir. Es decir, que para que exista un yin tiene que existir un yang, y de nuestra actitud dependerá el mantener dicho equilibrio.

Y es que, como dijo Aristóteles, en el punto medio está la virtud.