Jaime y Maite tienen tres hijos de 4, 9 y 11 años. Él tiene un trabajo que le exige viajar constantemente. Se siente nervioso porque en la compañía hay poca estabilidad laboral y teme ser despedido si no da el 110%, por lo que vive estresado y de mal humor. Cuando llega a casa sólo quiere descansar, ver el fútbol en la televisión y dormir, pero le parece que su mujer, que está todo el día en casa, viviendo como una reina, no se da cuenta de sus necesidades…

Maite, por su parte, está convencida que a Jaime sólo le interesa el trabajo y le reprocha todo el tiempo que la ha dejado sola con la crianza de los niños. Hace meses que no salen al cine, ni a cenar y tampoco han mantenido relaciones sexuales. El ambiente en casa es tenso y cada vez que pueden se hacen reproches mutuos que terminan en discusiones enconadas. Los niños no hacen más que pedir cosas y pelear entre ellos. Ninguno de los dos imaginaba que el matrimonio era una carga tan pesada. Ambos añoran hoy su tiempo de solteros.

Muchos de nosotros conocemos estas situaciones de desencuentro y decepción. La vida diaria, con sus exigencias nos obliga a olvidar frecuentemente las razones por las que nos enamoramos del otro y fundamos una familia. Los primeros tiempos del amor desaparecen y nos aislamos en una burbuja de la que cada vez nos resulta más difícil salir. Tendemos a olvidarnos de ser felices y los problemas cotidianos se convierten en murallas que nos separan de los que amamos. Pero la felicidad es un estado mental, una disposición que puede ser alimentada y cultivada, convirtiéndose en la protagonista de nuestra vida.

¿QUÉ ES LA FELICIDAD?

Definirla es una tarea tan ardua que ha sido objeto de las reflexiones de los más importantes filósofos de todos los tiempos. Hoy, incluso, en el ámbito de la economía y la política, se considera como un indicador demográfico que habla de la salud general de una sociedad.

Los seres humanos nos movemos permanentemente en su búsqueda y casi todos la planteamos como meta final de nuestra existencia. En general, se concibe como un estado emocional de bienestar, que pretendemos alcanzar en el futuro, como si fuera un puerto al que llegar, un lugar permanente e inamovible. Sin embargo, la experiencia diaria nos saca del malentendido: la felicidad no es un estado fijo y definitivo. Es una emoción cambiante, flexible, que se deja influir por lo que sucede en nuestro entorno y por nuestra disposición afectiva.

Aparece y desaparece con facilidad a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, a pesar de esta característica móvil, es posible encontrar personas y familias que manifiestan un estado casi constante de felicidad, que en estos casos parece independiente de las adversidades del entorno.

Una felicidad de base que no se comporta de manera veleidosa y que permanece aún en los momentos de mayor dificultad. A ésa nos referiremos en este artículo: una disposición para apreciar las oportunidades de crecimiento, de relación y de aprendizaje que tenemos los seres humanos en nuestra vida diaria. Una emoción cotidiana, familiar, poco ostentosa, que depende menos de los acontecimientos externos y que se asienta en nuestra capacidad de amar y de ser amados de una manera honesta, íntegra y profunda y en nuestra sensación de que la vida tiene sentido.

reflexión sobre la felicidad