En ocasiones pienso en la niña que fui. La imagino; la observo desde lejos; contemplo su mirada llena de inocencia y de ilusión…y me alejo de nuevo. No quiero que me vea, puesto que no se si sabré disimular todo lo que aún le queda por vivir, lo bueno y lo malo.  Es probable que observe en mi mirada un atisbo de lástima y de mucha dicha, sobre todo esto último. Porque, en modo alguno los momentos malos que le quedan a esa niña pequeña por vivir ensombrecen a los buenos. Pero, ¿cómo podría hacerla cómplice tan pronto de mis desvelos, de mis penas, de mis angustias y de todos mis anhelos y sueños todavía por cumplir…? Simplemente no podría, y si tuviera que decirle algo, probablemente recurriría a las mismas palabras que Guido, protagonista de La vida es bella de Benigni, dirigió a su hijo en este imprescindible film; esas palabras desgarradoras que terminaban con un “a pesar de todo…la vida es bella”. Porque esa es la única verdad…

 

La nostalgia en año nuevo

Cuando se avecina el final de un nuevo año, esa niña que dicen que un día fui, regresa a mi vida con la misma fuerza de una estrella fugaz. No dura demasiado su estela, pero brilla tanto que me deja pensando en ella largo rato. Y es que la llegada del año nuevo nos conduce de forma casi inexplicable al sentimentalismo y a la nostalgia, haciéndonos volar a nuestro pasado más y menos lejano para cuestionarnos si nos encontramos en ese lugar exacto en el que nos habríamos imaginado cuando, una tarde de 1987 u otra cualquiera, soñábamos con el futuro y con nuestro mundo en ese horizonte fantástico del siglo XXI.

Aquella mirada inocente de la infancia, parecía blindar cualquier corriente funesta destinada a ensombrecer todo cuanto nos rodeaba, en aquella fortaleza de sonrisas, de dulzura, de ingenuidad y de sueños por cumplir. El simple gesto de agarrarte fuerte de la mano de tus padres, servía para hacerte sentir seguro y completamente protegido en nuestro caminar… y era perfecto.

De manera que, muy probablemente, el año nuevo nos hace volar hasta nuestra más tierna infancia no para que aleccionemos a esa niña o niño que fuimos, sino para que nosotros mismos podamos recordar quien fuimos. Poder recapacitar, detenidamente, sobre nuestros sueños e ilusiones de infancia, en realidad es una terapia muy sana y recomendable que nos regala el nuevo año y no la debemos desaprovechar. Piensa todo lo que te queda por hacer y plántate firme este nuevo año para poder cumplir todo aquello que sea posible.

Si ya no puedes salvar del destino a la niña que hubo en ti, recuerda que aún puedes cambiar aquello que le suceda a tu yo del futuro.

El tiempo es oro…