Todos pasamos por esa bonita etapa de nuestras vidas: la niñez, antes de crecer y hacernos adultos. El ambiente familiar en el que fuimos criados y la infancia que teníamos inevitablemente condicionan nuestra vida adulta.
Los problemas encontrados durante este período de nuestra existencia tienen una gran influencia en la forma en que enfrentamos las vicisitudes de la vida. Predicen de alguna manera la calidad de nuestra vida adulta.
Descubre 5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos:
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El miedo al abandono
Un niño que es abandonado generalmente desarrolla un gran temor a la soledad en la edad adulta. Por miedo a quedarse solo, puede rechazar una oferta de trabajo en un lugar lejano, soportar malos tratos o infidelidades.
El miedo al rechazo de estas personas es permanente y define su comportamiento hacia las personas y los caprichos de la vida. Estas personas tendrán que trabajar en este miedo a la soledad y al rechazo. Mientras la idea de estar solo cause pánico, no serán curados de sus heridas.
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Miedo al rechazo
El rechazo es una herida profunda cuando se vive la infancia. Esta lesión afecta al comportamiento de la persona que ha sufrido, tanto, que se considera a sí mismo indigno de afecto. Creyendo esto y temiendo ser rechazado, la persona termina aislándose en su vacío interior. Los adultos que han sufrido el rechazo, al igual que los niños, son elusivos y deben tomar riesgos y decisiones por sí mismos.
Estas personas habrán logrado afrontar este miedo el día en que no se depriman por la lejanía de algunas personas en sus vidas, o no presten atención a los que se fueron y den la bienvenida con brazos abiertos a los que recién llegan a sus vidas.
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Humillación
Cuando los padres tratan a sus hijos como estúpidos o tontos, no se dan cuenta de que en ese momento están destruyendo su autoestima. Cuando a un niño se le grita, o se le hiere físicamente, se le persuade a ser desaprobado y criticado. En la edad adulta, terminará con una personalidad dependiente. Incluso es posible que desarrolle un mecanismo de defensa a su vez humillando a otros, convirtiéndose en tirano y egoísta.
Para deshacerse del miedo a la humillación, se recomienda trabajar en la comprensión de las necesidades y temores y trabajar por la independencia y la libertad.
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Traición o miedo a confiar
Los padres a menudo tienden a prometer ciertas cosas a sus hijos. Cuando estas promesas no se cumplen, el niño se siente traicionado e indigno de lo prometido. Estos sentimientos negativos desarrollan una personalidad manipuladora, con un carácter fuerte, que quiere tener y controlar todo. Personas que han experimentado tales problemas durante la infancia desarrollan falta de tolerancia, paciencia y buenos modales. Tienen que trabajar en estos tres ejes y también aprender a delegar responsabilidades.
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Injusticia
Un niño que ha crecido con padres fríos y autoritarios que requieren mucho de él, al punto de cruzar los límites, se encuentra abrumado por un sentimiento de impotencia y sin valor. Este sentimiento que surge en la niñez persiste hasta la edad adulta.
Las personas que han sufrido este tipo de comportamiento son fácilmente detectables por su rigidez mental y su sed de poder. Son incapaces de tomar decisiones con confianza y están obsesionados con el orden y el perfeccionismo.
Es necesario que estos adultos trabajen en su rigidez y desconfianza para poder confiar en los demás y ganar flexibilidad.
Conocer estas cinco heridas del alma capaces de afectar nuestra personalidad, nuestra salud y nuestras vidas, puede ayudar a corregir un rasgo de carácter, o mejor, empujar a los padres a corregir su manera de convivir con sus hijos.