A lo largo de nuestra vida conocemos a montones de personas. Tantas, que probablemente no recordemos ni el rostro, ni el nombre de la mitad de ellas. Es lógico. Tenemos que dejar ir a ciertas personas para dar paso a otras nuevas. Sin embargo, esto no tiene porqué ser un acto consciente y con el paso de los años, nos damos cuenta de que ya no nos rodeamos de la misma gente y no sabemos muy bien el por qué. Llegados a este punto (y si has llegado hasta la barrera de los 30 lo sabrás muy bien), nuestras ilusiones, nuestras metas, nuestras tareas, nuestros deseos, nuestras obligaciones…se han modificado casi por completo. Es muy probable que, llegados también a este punto, hayamos comprobado que las cosas no son como nos las imaginábamos hace veinte, quince o diez años. Es importante no venirse abajo ante este hecho, ya que es algo absolutamente normal y que le sucede a todo el mundo.
LA IMPORTANCIA DE LA AMISTAD
Alejarse de los estudios, de las despreocupaciones de los tiernos años de infancia, o el enfrentarse a las responsabilidades que implica el convertirse en adultos, son algunos de los factores que hacen que todo nuestro mundo cambie. Los 30 es una fase crucial de la vida en la que nos damos plena cuenta de que una etapa fundamental de nosotros ha tocado a su fin. Pero dicha etapa ha tocado a su fin para dar comienzo a otra, esa misma que tus padres disfrutaron y con la que dieron lugar a tu propia existencia. Esto no implica, sin embargo, que todos nos veamos abocados a una necesidad de tener pareja, pero cierto es que tenerla o desearla es una tendencia clara en la madurez, y una buena forma de pasear en compañía por esta segunda fase que comienza, llena de cosas nuevas, buenas y emocionantes.
¿Significa entonces que al cumplir los 30 perdemos todas nuestras amistades? ¡Por supuesto que no! Pero deberemos ser conscientes de que mantenerlas a partir de este momento puede llegar a ser mucho más complejo. Observarás poco a poco como tus amigos forman sus propias parejas, o incluso se casan y tienen hijos, con la dificultad lógica a partir de entonces de buscar un rato para quedar con los amigos como antaño. De nosotros dependerá, por tanto, seguir manteniendo el contacto con aquellas personas que queremos, y hacer lo posible por buscar un rato, aunque sea pequeño, para poder verlos. Si asumimos que la frecuencia para ver a nuestras amistades irá reduciéndose con el paso del tiempo y que es muy probable que ya no podamos pasarnos los días enteros por ahí con ellos, habremos ganado mucho. Pero recuerda que aunque los pensamientos de amistad y las relaciones con nuestros amigos tiendan a modificarse con la madurez, no significa en modo alguno que no podamos seguir saliendo o que no podamos realizar actividades y hobbies en los cuales también será posible conocer gente nueva.
Es por todos estos motivos por los que, a los 30, importa más la calidad de nuestras amistades que la cantidad. La calidad que define a aquellos que, pese a todo, siempre estarán al otro lado para ti, dispuestos a un buen abrazo, en esta nueva etapa que nos da la vida.